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Azúcar uruguaya: jaqueada por edulcorantes y la modernidad

Azúcar uruguaya: jaqueada por edulcorantes y la modernidad
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El uso de endulzantes y el consumo de productos elaborados por la industria, en lugar de caseros, pone en jaque a la producción local

Es el año 2005 y dos amigas se reúnen en una tarde de mayo a tomar un café caliente, al que acompañan con una torta casera recién horneada. Una de ellas agrega dos cucharaditas de azúcar a la bebida caliente que sostiene entre sus manos; la otra necesita cuatro. La misma escena se repite 10 años después: estas dos amigas toman un café endulzado con stevia, que acompañan con un helado de chocolate holandés y dulce de leche que una de ellas compró en el supermercado.

Este nuevo escenario tiene su correlato en los números: en los supermercados del Grupo Disco –Disco y Géant– la venta de azúcar se redujo 20% ente 2009 y 2014, en tanto en los del grupoTa-ta –incluido MultiAhorro– el año 2013 registró una baja en la venta de azúcar de 20% respecto a 2012, aunque desde entonces la fuerza de esa caída se moderó a un dígito en 2014 y, en lo que va de 2015, bajó 0,7%. Los números son inversos para los edulcorantes y endulzantes: en los supermercados de Ta-ta el crecimiento anual fue de 20% , mientras que en los del Grupo Disco el incremento fue de 50% entre 2009 y 2014, según datos suministrados por las compañías.

Según la firma de investigación de mercado Nielsen, entre 2010 y 2014 las ventas de edulcorantes en los supermercados –que representan el 30% del total de las ventas de estos productos– creció 65%. Tres compañías de edulcorantes se reparten el 80% del mercado: Merisant, que es representada por Carrau & Cía –Sucaryl, Equal, Chuker–, Johnson & Johnson –Splenda– y Haymann, que es la única que produce a nivel local –Aspartil, Sucralight, Tevias–.

Como consecuencia, la productora ALUR, con su marca Bella Unión, lanzó en 2010 un endulzante que mezcla stevia y azúcar, mientras que Azucarlito lanzará en poco tiempo un endulzante que repite la misma fórmula y que apunta a esta nueva tendencia de consumo.Sin embargo, ambas empresas quitaron trascendencia a los edulcorantes y endulzantes como responsable de la caída en la venta de azúcar. “El consumo de azúcar se mantiene estable en 35 kilos anuales per cápita, lo que pasa es que hubo una migración desde el mercado doméstico al industrial, ya que cada vez menos gente consume productos elaborados en su casa, y más compran productos preparados por la industria”, opinó el director de Azucarlito, Miguel Fraschini.

En el mismo sentido, el director comercial de ALUR, Marcial Laureiro, opinó que “la bonanza económica de estos años hizo que las personas no preparen postres sino que los compren”, lo que se traduce en menor uso de azúcar en los hogares.

Ese cambio no puede ser aprovechado por las empresas locales que distribuyen el azúcar, ya que todo lo que producen se destina a los hogares. En cambio, el azúcar para la industria se importa a través de un régimen especial, que habilita a las empresas a traer esa materia prima sin aranceles, siempre que se destine para la elaboración industrial.

En tanto, si una empresa intenta importar azúcar para vender directamente al público, debe pagar un arancel del 35%.

Aunque los uruguayos consumen más endulzantes reducidos en calorías, la industria ha incrementado su demanda por azúcar: mientras que en 2010 llegaron a través del régimen especial 51.431 toneladas, en 2014 lo hicieron 70.087 toneladas, según datos aportados por el LATU, que es quien otorga las licencias para la importación.

Para el importador de azúcar y director de F. Pache, Fernando Pache, “no hay un desplazamiento del azúcar local hacia los edulcorantes, sino un gran aumento de productos industrializados versus el consumo familiar”. Al mismo tiempo, la industria uruguaya cada vez más utiliza edulcorantes. Según datos de Euromonitor, entre 2008 y 2013, el uso de edulcorantes en la industria creció 27%, de 96,7 toneladas a 123 toneladas, en el mismo período.

Las consecuencias
Azucarlito pasó de vender 35 mil toneladas de azúcar anuales a 26 mil en 10 años. Por esta razón, en marzo de 2015 la empresa envió a seguro de paro a 38 trabajadores (de los cuales ya reintegró a 15). Para el director de la compañía “será difícil mantener la estructura” de continuar esta caída en las ventas. Por su parte, el gerente comercial de ALUR señaló que la marca está apostando por versiones de azúcar con mayor valor agregado, como el azúcar rubio y el azúcar en terrones, dos presentaciones cuya venta ha crecido pese a los cambios en el consumo. Además, aunque la marca Bella Unión tiene entre su oferta un endulzante desde 2010, en 2014 incorporó la presentación de sticks para oficinas, restaurantes y hoteles, con un objetivo más promocional que comercial, explicó Laureiro.

Menos azúcar, más saludable
Para la licenciada en psicología especializada en investigación de mercado y tendencias, Verónica Massonnier, el mercado del azúcar se ve golpeado por dos tendencias que se retroalimentan: “el vuelco de la mujer al mercado de trabajo y la complejidad de la agenda familiar” que contribuyen a disminuir la comida casera, sumado a la “preocupación” tanto por parte de hombres como de mujeres “por el cuidado en la alimentación”.

La especialista agregó que no consumir “azúcar es percibido, en primer lugar, como la alternativa más fácil para ahorrar calorías”, por lo que existe “una tendencia a reemplazarlo en vez de renunciar a otros alimentos –como harinas– o elegir una dieta diferente”, lo que, a su vez, contribuye a que se elaboren menos postres.

La Asociación de Diabéticos del Uruguay (ADU) certifica aquellos productos que pueden ser consumidos por diabéticos, y que por lo tanto no contienen azúcar.

Cuando el sello empezó a imprimirse, en 1996, solo dos marcas mostraron interés por la certificación: granja Limay –dulces y mermeladas– y heladería Los Trovadores. Actualmente unas 14 marcas tienen 187 productos aptos para diabéticos que llevan el sello.

El gerente de ADU, Javier González, opinó que la certificación que brinda la institución se convirtió en un requerimiento del consumidor general, no solamente diabético, que lo ve como una prueba de que se trata de un producto “saludable”.

Fuente: El Observador

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